divendres, 4 de novembre del 2011

Chacho - Primer Ministro de la Rumba

Per fi arriba el nou disc de Chacho! 35 anys després, tenim un nou disc de un dels puntals més importants de la rumba catalana. Sortirà a la venda el dia 11-11-11. Una data rodona per presentar el que serà el disc rumber de l'any. Es vendrà en cd i es podrà descarregar en digital via Itunes i altres portals. També estarà a Spotify. En cd valdrà 10€ i es pot aconseguir enviant un email a info@santgaudenci.com. En aquest post, més informació. I aviat, més detalls del disc.


De moment, el text oficial de promoció del disc, escrit per Martí Marfà:

La Rumba Sin Cachondeos
Josep Maria Valentí Guerra “Chacho”
(Barcelona, 11/11/1940)

Nervio y elegancia. Estos vocablos sintetizan la puesta en escena y el carácter del Chacho, posiblemente la figura más desconocida del primer triunvirato de éxito de la rumba catalana, que antaño conformó junto a Peret y Pescadilla. Ostenta el mérito de haber sido el primer gitano rumbero al piano, un instrumento que con el tiempo desplazaría las guitarras entre las aficiones de los jóvenes calós. Siempre fue el más apuesto de los rumberos, depositario de ese porte estiloso que caracteriza algunos gitanos catalanes. Y todavía hoy mantiene el ademán impetuoso, el espíritu explosivo y el cantar apasionado de la primera rumba.

Se crió en el barrio del Portal de Barcelona (vértice occidental del actual Raval), nacido de un idilio a lo Romeo y Julieta entre una hija de militares y uno de los Valentí, enraizada saga de gitanos burgueses para los cuales la posguerra era más una mina que una penuria. Chacho era el apodo del futbolista Eduardo González Valiño, que el pequeño Josep Maria heredó de su progenitor, también habilidoso con el balón. Creció entre músicos, cantadores y bailadores profesionales –como su primo Andrés Batista o Paco Aguilera-y aficionados –el Orelles, el Bolo, el Polla…-; anfitriones de juergas participadas por artistas y celebridades –como el Toqui-; y desahogados frecuentadores de tablaos, salas de fiesta, óperas, teatros y espectáculos de variedades –la mayoría de los habitantes de la Calle la Cera y sus aledaños. Pese a sus aptitudes prematuras, resultó ser un pésimo estudiante de música en el Liceo, donde su madre lo apuntó
durante un tiempo; la academia tiene estas cuadraturas.

Otro vecino del barrio, Peret, fue su gran compañero de fatigas juveniles, con quien vagueaban arriba y abajo de la Ronda Sant Antoni, “chanaban” con los últimos éxitos latinoamericanos que escupía la gramola del Bar Neptuno, en la avenida García Morato (ahora Drassanes), y a mediados de los 60 se estrenaron rumbeando con La Camboria para los turistas que descubrían el tesoro de la costa norte-catalana. De hecho, el Chacho fue corresponsable de los primeros destellos peretianos, aunque la vasta sombra de éste –compuesta tanto de astucia como de vanidad- siempre ha eclipsado el brillo del resto del firmamento rumbero.

No sólo palmeó y cantó en el debut discográfico del después llamado Rey de la Rumba, sino que ambos desembarcaron e hicieron furor simultáneamente en Madrid ahí por 1966, Peret en El Duende y Chacho en Los Canasteros de Caracol. Y además de compartir acompañantes como Ramon Ximenes “El Huesos” o Francisco María Escoude “Ninos” –que con Enric Giménez “Enriquet” completaban el combo titular de nuestro artista-, también firmaron a medias el elepé que en 1967 pistoleó el boom rumbero de finales de la década. La rumba, apuntó Chacho una vez, “surgió de un intercambio de opiniones, de todos”. Nadie lo ha sabido explicar con tanta lucidez y síntesis.

Su producción discográfica original se concentra entre 1965 y 1977, coincidiendo con esa Edad de Oro de la rumba catalana, que se caracterizó por éxitos comerciales sin precedentes y dinero fácil en una época de vacas gordas. Para los jóvenes gitanos devenidos artistas eso se tradujo en efectivo en los bolsillos, comida y bebida a discreción, ligoteos varios, codeo con autoridades, celebridades y ricachones de la época, e infinidad de anécdotas alocadas repletas de bromas pesadas entre amigos. Y a algunos con menos serenidad, medida y ojo que Peret todo aquel frenesí se les hizo grande. Puede que por ello algunos se retirasen o entrasen, como el Chacho, en fases letárgicas de actuaciones cada vez más eventuales en salas de fiesta cada vez más arranciadas. Después de protagonizar el film “Con ella llegó el amor” (Ramón Torrado, 1969) y arguyendo una lesión de cadera, también había renunciado a ahondar en su carrera cinematográfica. La vía de la profesionalidad y el éxito siempre ha dado cierto vértigo a unos gitanos muy caseros y plácidamente aposentados. Con tal trayectoria, resulta inevitable pensar que Francisco Casavella se inspirara en la figura de Chacho para caracterizar aquel ángel caído de la rumba –curiosamente llamado Guacho- que protagoniza su novela El Triunfo.

En 2008 un incombustible Txarly Brown rescató del olvido a nuestro héroe, que desde su actuación en las fiestas de La Mercè de 1994 había rehuido los escenarios. Hoy nos presenta el fruto de su obstinado trabajo diplomático y melomaniático, con diez imponentes piezas grabadas de nuevo por una selección inmejorable de jóvenes rumberos –Sam “Mosketón Jr”, Jonatan Malla “Petete”, Jack Tarradellas, Christian “el viejo” y David Malla- y el gato viejo Johnny Tarradellas (Chipén); un cojín instrumental de lujo para la voz actual de nuestro Chacho, que aún conserva la fuerza y la calidez originales, además de ese deje característico que juega habilidosamente en el filo de la afonía. El tiempo dirá pero la producción, que se completa con las ya habituales disecciones y reinterpretaciones digitales que tanto gustan a Brown, podría aspirar a convertirse en disco de culto para futuros melómanos. Como sentenció el Chacho en una ocasión, la rumba no es ningún cachondeo.

MARTÍ MARFÀ i CASTÁN
Antropólogo y rumbófilo